En la década de los sesenta los ingleses colonizaban aún varios de estos lugares. Los soldados del Imperio alegando que las tilapias autóctonas del lago eran muy pequeñas y llenas de espinas, soltaron 25 ejemplares de perca del Nilo (Lates niloticus), con la idea de volver a pescar alguna.
Lo que no tuvieron en cuenta es que estos peces son voraces depredadores que pueden llegar a medir 2 metros, pesar unos 200 kg y se reproducen con rapidez, por lo que en tan solo 30 años casi habían acabado con la fauna nativa, más de 250 especies de peces incluidas algunas endémicas del lago.
La biodiversidad también se vio afectada por la de las aguas, un enriquecimiento anormal del nivel de nutrientes, que fomenta el desarrollo de algas y plantas acuáticas como el Jacinto de río, que entorpece la navegación y sobre puebla las costas.
Esto se debe en gran parte a la contaminación que sufren las aguas dulces del Victoria por el volcado de desechos agrícolas e industriales directamente a sus aguas, sin ningún tipo de tratamiento de efluentes y que elevan su contenido de nitratos y fosfatos.
Además de
crecer descontroladamente, las algas que se mueren van al fondo del lago, donde
se descomponen generando sulfuro de hidrógeno que contribuye al envenenamiento
de las aguas por falta de oxigenación y hace que en algunos sitios el olor a
huevos podridos resulte insoportable. A todo ello se le suma el hecho de que gracias al cambio climático, la temperatura del lugar ha aumentado y la cantidad de lluvias disminuido, por lo que en los últimos cuatro años el nivel de agua del lago descendió más de un metro.
La isla de Migingo
Al noroeste
del Lago Victoria se encuentra la Isla de Migingo, un territorio disputado por
Uganda y Kenia, ya que está casi al borde de la línea imaginaria que divide a
un país del otro. Tiene apenas el tamaño de un campo de fútbol y es el hogar de
unas quinientas personas; pero como las zonas rocosas que rodean la isla están
consideradas los mejores sitios para la captura de percas, diariamente más de
800 pescadores cruzan los 25 km que los separan de tierra firme, para ir a
echar suertes en las aguas de la isla. Hasta hace poco más de 10 años, se
llegaba a pescar unas tres toneladas diarias de percas y todas ellas de tamaño
generoso (entre un metro y uno y medio y un peso de al menos 100 kg), que
alimentaban las factorías que se encuentran en las costas del lago y que 24
horas más tarde eran vendidas en los mercados europeos, a veces haciéndolas
pasar por meros. Hoy la situación ha cambiado drásticamente. La sobre
explotación de las percas, la contaminación y el envenenamiento de las aguas y
por tanto de los peces que la habitan, hacen que los ejemplares que se pesquen
sean pocos y de apenas medio metro de largo. En la isla de Migingo, además de
los pescadores, viven 12 soldados keniatas y 12 ugandeses bien pertrechados de
armas, quienes se suponen deben cuidar la isla a causa del conflicto
territorial de posesión que hay entre ambos países. Pero en realidad estos
soldados hacen las veces de piratas, cobrándole a cada pescador una tarifa
mensual de unos 30 euros por permitirles pescar en las aguas de la isla; quien
no paga termina en el agua como primera advertencia
Una reflexión final
Por desidia,
corrupción o inconciencia una de las fuentes de agua dulce más grande del mundo
está desapareciendo como tal, víctima del calentamiento global, de la
contaminación y del envenenamiento de sus aguas. En cuanto a Migingo, es una
señal más de que cuando priman los intereses económicos la vida de un ser
humano no tienen ningún valor, porque mientras haya una sola perca, los
pescadores seguirán arriesgando sus vidas y su salud por menos del 10 % del PVP
que alcanzan estos pescados en sus mercados finales de consumo.
Fuente: ECOTICIAS